La mentira de la dieta alcalina.
- El mochuelo de Atenea
- 27 ago 2019
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 28 ago 2019
Lo peligroso de esta dieta es que promete cosas que no son verdad: sus promotores aseguran que cura el cáncer, que previene la osteoporosis y un sinfín de enfermedades más. Y nada de eso tiene evidencia científica alguna.

Existe un recurrente mito en nuestra cultura, el de la dieta alcalina, que se basa en la falsa premisa de que el origen de las células cancerosas es la acidez de un tejido. Esto parece tener su remoto inicio en la constatación de que el pH de los tumores es ligeramente más bajo que el del tejido normal circundante pero esta ligera acidez es un obvio resultado del metabolismo tumoral, no una causa. Sería como decir que el humo que expulsa un auto es la causa del funcionamiento de su motor, cuando en realidad es el resultado de dicho proceso.
Análogamente, es bien conocido que para obtener su energía las células de todo tipo escinden la glucosa en dos moléculas de ácido pirúvico, procediendo normalmente el piruvato a ingresar al ciclo Krebs, o bien, en el caso del metabolismo tumoral, seguir otra ruta alternativa que es la fermentación, osea, su conversión en ácido láctico, el cual explica ese ligero descenso del pH intratumoral, pero de ningún modo puede considerárselo la causa del cáncer.
Si la acidez fuera la causa primaria del cáncer, bastaría entonces agregar regularmente algún ácido débil a un tejido sano en cultivo, o bien al sistema circulatorio de un animal para generar, siempre y en todos los casos, cáncer. Nada de esto sucede en realidad. Por cierto, la pueril hipótesis de la acidez deja sin explicar por qué entonces los tejidos necesariamente ácidos como el estómago (pH=2), la vagina (pH=4) o los músculos en ejercicio intenso (pH+6) no generan cáncer de manera automática y continua.
Para hacer aún más bochornoso el asunto, adquiriendo un matiz aún más pseudocientífico, los sitios web que promueven tratamientos alcalinizantes “citan” de modo regular a Otto Warburg como fuente de este concepto. La cita (groseramente falsa ya que Warburg jamás declaró tal cosa en ningún ensayo ni libro científico) reza por lo común algo así: “Ninguna enfermedad, incluida el cáncer, puede suceder en un ambiente ácido…” “Otto Warburg, premio Nobel por el descubrimiento del origen del cáncer”. Esta frase, errada en todo su largo, ilusiona a muchas personas bien intencionadas (pero irreflexivas) que se apresuran entonces a compartir en las redes sociales la extraordinaria noticia.
El mito de la dieta alcalina tiene dos aspectos: el primero, es que la acidez causa cáncer (lo cual es falso), y el segundo, es que cierta dieta especial puede “alcalinizar” el medio interno (lo cual es irrealizable).
Pretender que la acidez es la causa primaria del cáncer y, más aun, que alcalinizar o elevar el pH del organismo por medios estrictamente dietéticos detendría la reproducción de las células cancerosas, es una hipótesis defectuosa y sin fundamento en la práctica clínica. Además, como veremos de inmediato, llegar a alcalinizar el interior de un tejido tumoral sería imposible de lograr de modo sostenible debido a los sistemas homeostáticos del organismo.
“Esta teoría no tiene ninguna validez científica -explica Lorena Cervantes, nutricionista y PNI clínica del centro médico Naturalium-. El cuerpo no tiene un pH único, varía según los distintos sistemas. Además, a lo largo del día uno puede estar en base (alcalino) o en acidez. Y el organismo tiene sistemas para ir regulándolo, para establecer el equilibrio ácido-base”. Así, Cervantes nos recuerda que en el aparato digestivo hay distintos grados de acidez: “El estómago es un medio muy ácido -un pH entre 1,7 y 3,5- y es necesario que sea así para que cumpla su función; cuando se desciende al yeyuno, se reduce la acidez a entre un 4 y un 5, y después pasa a estar entre un 6 y un 7… A nivel celular también necesitamos estar unas veces ácidos y otras alcalinos… Nuestro cuerpo tiende constantemente a buscar el equilibrio y lo hace mediante sistemas reguladores, estrategias de compensación; de ellos, los más importantes son los riñones y la respiración celular. De hecho, una de las funciones más importantes de los riñones es la de regular el equilibrio ácido-base”.
Los sistemas buffer del medio interno.
Nuestro cuerpo opera continuamente dentro de estrechos márgenes de equilibrio ácido-básico, siendo el pH fisiológico de 7,4 (oscilando apenas ±0,06). El pH o concentración de protones (H+) en el medio interno, es ferozmente defendido por tres sistemas amortiguadores o tampones fisiológicos, que mantienen constante el equilibrio entre ácidos y álcalis en la sangre. Por fortuna, ninguna clase de dieta podría alcalinizar o acidificar sensiblemente el medio sanguíneo tanto como para destruir bacterias o células tumorales ya que, para lograrlo, inutilizarían a la vez cientos de biomoléculas funcionales del cuerpo. Proteínas cruciales como la mioglobina se desnaturalizarían irreversiblemente con cambios amplios de pH.
Como es sabido, existen tres clases de tampones o amortiguadores químicos: las proteínas de la sangre, el buffer fosfato (que involucra a los riñones) y el buffer de bicarbonato.
Un amortiguador químico consiste en la presencia, dentro de la solución, de un ácido débil y su base conjugada. Es de este modo que dicho par en equilibrio es capaz de asimilar incrementos o decrementos de ácidos o bases a la solución, manteniendo con ello estable la concentración de protones en ese medio. Todas las perturbaciones ambientales (alimentación, ejercicio, fármacos, hiperventilación, etc...) son inmediatamente compensadas por este sistema buffer.
Tanto con la dupla ácido carbónico/bicarbonato, como con la de ácido fosfórico/fosfato, los excesos de ácidos o álcalis que ingresen al medio interno serán asimilados por el buffer, y reconvertidos hacia la reserva de uno u otro compuesto de la dupla.
Está claro entonces que los sistemas que no están constituidos por agua pura, aquellos que cuentan con una solución buffer (¡como los organismos vivos!) poseen una suerte de amortiguador fisiológico que sostiene el pH dentro de apretados márgenes para proteger a las importantes biomoléculas, sensibles a los cambios del pH. Esto es lo que hace impracticable el intento dietético de “alcalinizar” la sangre para combatir la “acidez tumoral”. Al mismo tiempo, los componentes y cantidades de dicha dieta (por ejemplo jugos de frutas) generan intensos picos glucémicos que sí avivan directamente el metabolismo tumoral, de lo cual hay abundante evidencia.
Incidentalmente, la dieta de los Inuit, los Yupik y los Maasai Mara, intensamente investigados por la Antropología Médica debido a la inexistencia de cáncer entre ellos antes de la llegada de la civilización europea, ha sido casi exclusivamente basada en carne y grasa por los últimos 40,000 años. ¡Alimentos prohibidos en la dieta alcalina!
¿Es posible, no obstante, que se pueda adelgazar siguiendo la dieta alcalina? No es descabellado, aunque no será debido al pH. Más bien esta pérdida de peso puede deberse a que las recomendaciones nutricionales serían disminuir el consumo de azúcar, harinas y procesados e incrementar el de frutas y verduras.
El mito de la dieta alcalina, errores conceptuales y seudociencia en oncología explicados por Ernesto Prieto:
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